jueves, 29 de julio de 2010

Eterna juventud sónica


Hay discos que están hechos para escucharlos a todo volumen y que irradian una energía que no se consume nunca. Uno de ellos es el último álbum de los Sonic Youth "The Eternal" (2009), notable regreso de los cuatro de New York que ahora suman como bajista al ex Pavement Mark Ibold. Manifiesto de un sonido que no envejece, es el presente y pasado conjugados en riffs que estallan sobre una base rítmica que no para nunca porque si lo hace, sabe que dolerá.

El comienzo con "Sacred Trickster" es arrollador y la distorsión de "Anti-Orgasm" penetra la piel. Hay una rasgada genialidad en "Leaky Lifeboat" y "Antenna" comienza lo que parece ser la única pausa en medio del ruido pero a los pocos segundos sorprende, mientras que la poderosa electricidad de "What We Know" anuncia que de ahí en adelante sólo hay furia, ruidismo, pasión, coraje y otra vez ruidismo: "Calming The Snake", "Poison Arrow", "No Way", "Massage The History". Al final, la grandiosa "No Garage" sin duda pasará a formar parte de los clásicos del noise.

Shelley, Ranaldo, Gordon, Ibold y Moore empreden aquí un viaje sónico a través de una carretera de catorce canciones a bordo de un bólido de rock donde en cada parada se enfrentan a las bestias del silencio. Saben que poseen las armas suficientes para combatirlos: guitarras, bajo y batería. Y cuando todo ya ha sucedido, el amanecer es más intenso y los rayos del sol vuelven a recargarlos. Otra vez al camino, no hay tiempo que perder.

"The Eternal" es el deseo y la ansiedad del ruido de cuerdas que lloran hasta desangrar. Es la energía de una flecha que está siempre de paso y el ácido ingrediente de un caldo de canciones ansiosas de electricidad. Noise que brota desde las almas de aquellos que, como yo, nunca envejecerán. Un disco como este es el triunfo de las guitarras, de la vida, de la eterna juventud.

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