jueves, 4 de noviembre de 2010

Recoil: la revelación de los sentidos.


Momentos como los de la jornada de anoche en la Blondie es de aquellos que no se olvidan nunca. Porque Recoil en vivo es una experiencia catártica, mística, que llena tanto los sentidos como el alma. Alan Wilder, otrora miembro de Depeche Mode liberó aquí toda su energía creativa acompañado de Paul Kendall en el tour A Strange Hour que los ha tenido recorriendo el mundo desde marzo de este año.

El set list - que forma parte de su último álbum de remezclas titulado Selected - nos sorprendió por su perfección el cual acompañado de una película con una impresionante y seductora fotografía comenzó con un mix de "Prey" seguido de "Want" - original del album Liquid - y "Shape The Future", llegando a una versión dub de la exitante "Drifting", sin duda uno de los mas grandiosos momentos de la noche. El cóctel seguió con temas como "Allelujah" - muy noise - y "Uranokemia" hasta que Wilder nos deleita con una versión - por momentos calcada a la original - del "Never Let Me Down Again" de los Depeche Mode. A esas alturas el éxtasis era total y la simbiosis entre Kendall y Wilder era perfecta: mientras el primero se mantenía concentrado en lo suyo - el loco de las perillas ensuciaba las pistas a punta de noise, drones y efectos de reverberación - el segundo se mostraba siempre relajado, cercano, en constante feedback con el público.


La Blondie continuó inundada de beats y bajos con "Shunt", "Speedy Groove" y un envolvente mix de la extraordinaria "Stalker" - original del Unsound Methods -. Pasados los 75 minutos, Wilder y Kendall se despiden bajo la euforia de los - calculo - 500 fans que asistimos al show pero pasados un par de minutos las luces se vuelven a apagar y nos regalan un bis de antología con un sample del "Walking In My Shoes" de los Depeche Mode remezclado con "Jezebel" de Recoil y al final - y cuando ya todo era demasiado - suena un remix del Personal Jesus con un Wilder animándonos - a lo Dave Gaham - a seguir el clásico coro.


Que importa que el show se haya demorado más de una hora en partir. Con la experiencia que nos brindó Wilder está mil y una veces perdonado. Porque cuando su sonido nos envuelve y hace que todo lo demás desaparezca no hay ninguna emoción que compita con ello. Esto no es electrónica para el mainstream, sino la revelación de los sentidos como expresión del arte. En las mismas palabras de Wilder: una noche fantástica.

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