miércoles, 24 de marzo de 2010

Tucson, Arizona

Hace poco sonó en la radio, entonces tomé el teléfono y pregunté de que canción se trataba. Era "Tucson, Arizona" de Dan Fogelberg. Así descubrí el origen de aquella canción que en muchas ocaciones me acompañó de madruga y que siendo ya clásica entre clásicas, desconocía de su autoría. Inserta en la memoria colectiva, es un temazo salido del álbum Windows And Walls de 1984, y aún cuando en su momento pasó sin pena ni gloria, con el tiempo es una obra que ha inspirado a generaciones.

"Tucson, Arizona", es una enorme canción de ocho minutos que cuenta las trágicas andanzas de los habitantes de una américa profunda, inserta en medio del ruido y las luces de una gran ciudad, pero muy lejos del sueño americano. Una odisea que transcurre lenta, como los pasos de los paletos de las montañas del sur - allí donde nació el bluegrass - y que evoca los paisajes de "Paris, Texas" (1984) de Win Wenders, con Harry Dean Stanton caminando completamente solo el desierto, en medio de ninguna parte. Imagino un solitario atardecer en esa sureña ciudad, con un Jim Beam en la mano, en las alturas de algún mirador contemplando la inmensidad de un sol que se esconde y que se lleva consigo los recuerdos de un gran día. La magia que se deshace con el pasar de las horas, y que destila los sentimientos hacia alguien que ya no está. El roce de un calor que simula apagarse pero que se esconde entre las oscuras piedras del suelo. Sentimientos que fluyen, tanto y tan rápido como los ríos en los cañones del Colorado. Una y otra vez, Dan Fogelberg, como Harry, su corazón lleno de tristeza y su alma como un terreno baldío.



Los sueños de muchos, bares con tequila y whisky, Chevys en la carretera camino a Los Angeles. Hogares abandonados, dealers a la vuelta de la esquina, la calle como lugar de trabajo y el precio del éxito. Suburbios con inmigrantes mexicanos viviendo el día a día. Largas caminatas en medio de la noche, entrando sin pagar a un viejo cine - cuya carteleras anuncia una road movie - en el lado más abandonado de la ciudad. Allí en Tucson, estado de Arizona, con 350 días soleados al año, donde en el pasado nacieron grandes bandas de folk y que en el presente brilla con otras como Calexico y Giant Sand. Dan Fogelberg, el hombre de la montaña, el talento y la mística, dijo una vez sobre su música: "se trata de encontrar nuestro lugar en el universo, de encontrar la paz con dios".

viernes, 5 de marzo de 2010

Vientos de la Norteamerica Profunda

Fue durante mis vacaciones en Punta del Este donde encontré en una disquería algunos discos a un precio irresistible. Similar a los valores que se encuentran en Buenos Aires, fue la oportunidad de armarme de una buena dosis de rock norteamericano en su corriente neo-country y americana: Easy Tiger de Ryan Adams, OH (ohio) de Lambchop y The Golden Age de los American Music Club.


Vamos por parte. Easy Tiger, es un álbum que chorrea la maestría del cowboy alternativo de Jacksonville. Editado el año 2007, contiene muchas piezas notables que lo convierten sin duda en su mejor disco. El talento de Adams - que poco a poco se acerca a la genialidad del desaparecido Jeff Buckley - emana de forma serena en temas como "Two", "Everybody knows" y "Oh, my god, whatever, etc" como queriendo soplarnos al oído, mientras los fantasmas de Hank Williams resucitan en temas como "Tears Of Gold" y "Pearls On A String". Con "The Sun Also Sets" nos grita con todas sus fuerzas que al fin el sol se levanta y en la balada western "Rip Off" - una de las cumbres del disco - se confiesa: "Puedo ver las lágrimas mucho antes de que conozcan tu cara". Finalmente, una harmónica llora a lo largo de "I Taught Myself How To Grow Old" con un Adams que se muestra tímido y solitario "La mayoría de las veces no tengo nada que decir/ y cuando lo hago, nadie está ahí para escucharlo".




Lambchop y su OH (ohio) de 2009 sigue el camino que la banda de Nashville viene trazando desde comienzo de los '90 , un ejercicio de estilo que Kurt Wagner y compañía saben hacer, y muy bien. Desde el comienzo, con "Ohio" la atmósfera se cubre de ese sonido tan característico, único , que al igual que Tindersticks, los hace inconfundibles. El disco continúa con "Slipped Dissolved And Loosed", "I'm Thinking Of A Number", "National Talk Like A Piarate Day" y sigue con una colección de canciones salidas del alma, el corazón y la tierra de un hombre que vive sobre las praderas brotadas de la semilla de la canción americana. Con la exquisita "A Hold Of You", Wagner se parece a Bill Callahan cuando dice "porque no puedo apoderarme de tí / no puedo apoderarme de tí" y en "Of Raymond" los arreglos se tiñen de sonidos a lo Scott Walker. En la tremenda "Close Up" nos dice "No toques mi vena con tu nueva aguja/ no tengas miedo del escarabajo del pino / sólo ten la seguridad de que abrá otro día" y en la despedida con "I Believe In You", somos nosotros los que terminamos convencidos que seguiremos creyendo en la magia de Lambchop.



The Golden Age, es una obra del 2008 a la cual tenía apetito desde que leí su crítica en revistas como Rock de Lux y Go Mag, las que coincidían en que se trataba de un inesperado regreso a los orígenes de American Music Club. Al escucharlo, el álbum irradia una atmósfera optimista que deja atrás las secuelas de un periodo más oscuro, principal objetivo que la banda se propuso al grabar el disco y en donde Mark Eitzel - lider de la banda - dice al respecto "Queríamos un álbum que capturase y reprodujese el sonido de los discos clásicos de American Music Club". Canciones muy melódicas, con letras sencillas que recorren paisajes emocionales o que retratan más las tristezas que alegrías de una vida compleja - la de su autor, Eitzel -, es lo que contiene este disco de 13 piezas. "The Sleeping Beauty", "The Stars", "All the Lost Souls Welcome You to San Francisco" , "Who You Are" - una tras otra - son canciones notables y la grandiosa "The Windows on the World" es un hermoso manifiesto post-11S, con sus heridas aún abiertas. El final, con "The Grand Duchess Of San Francisco" y sus cortos dos minutos y medio cierra de manera precisa un festín de canciones que se devoran pero que no se consumen nunca.


Tres vertientes de sonido que fluyen por la norteámerica profunda y desembocan en grandiosos discos. Eso son Easy Tiger, Oh (Ohio) y The Golden Age, vientos del norte que llegaron hasta mi cabeza y se quedarán por mucho tiempo sonando entre mis días.