viernes, 22 de mayo de 2009

Al sur de la frontera, al oeste del Sol


¿Que hay al sur de la frontera, al oeste del sol?. Es la pregunta que me hago al comenzar a leer esta exquisita novela de Haruki Murakami y que no hace más que convencerme de la verdad de eso que Murakami produce adicción. En un principio mi plan era adquirir "After Dark" pero otra vez el precio jugó en mi contra - insisto, no es posible que en Chile se llegue a pagar U$ 50 por una novela -, así que me hice de la edición de bolsillo de "Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol".

Superando todas mis expectativas - que ya eran altas - esta novela es como la hermana mayor de "Tokio Blues" - su versión adulta dicen por ahí - porque el realismo sigue y se hace cada vez mas poético al retratar la historia - bañada de alcohol, sexo, pasión y Nat King Cole - de Hajime, dueño de un club de jazz y casado con Yukiko, hija de una familia adinerada. Su existencia pasa entre las noches a cargo del club, su familia y los recuerdos de juventud con Shimamoto, un amor que lo vuelve a atormentar cuando repentinamente aparece de nuevo en su vida.

"Recordé su ojos cerrados, sus labios entreabiertos al respirar. Su cuerpo suave y exhausto. Entonces ella me quería de verdad. Me había abierto su corazón. Pero yo me había detenido. Me había detenido en aquel mundo sin vida, desierto como la superficie de la luna. Poco después, Shimamoto se había ido y mi vida había vuelto a perderse."

No sé si es la pasión de Murakami por la música - en especial por el jazz - y que en esta oportunidad también es responsable del titulo del libro gracias a "South of the Border" de Nat King Cole, lo que hace que melómanos como yo - y porque no también románticos - nos volvamos adictos a su prosa. Cada linea de la novela escrita con una perfecta sencillez es una melodía que se lee y se vuelve música e imagen al mismo tiempo. Una música que conocemos y creíamos haber olvidado o que quizás no escucharemos nunca más. Una imagen que se mueve entre nuestros recuerdos y que no sabemos como volver a mirar. El lento despertar de un sentimiento olvidado pero que repentinamente explota porque el detonante siempre estuvo por ahí. La energia que hace que las cosas ocurran y que de pronto cede ante las fuerzas que hacen perder la cordura.

Detenerse en el tiempo y preguntarse si esta es la vida que queremos, cuando hay algo o alguien que te hace pensar que tomaste el camino equivocado. Ese es el sentimiento que embriaga a nuestro protagonista y que se transforma muchas veces en pura nostalgia. Al igual que en la extraordinaria Casablanca (1942), suena frecuentemente "As Time Goes By" en el club de jazz hasta que Hajime le pide al músico - al igual que en la película - que no la toque más. Ingrid Bergman es aquí Shimamoto. El Rick's Cafe es aquí el Robin's Nest. Pero a diferencia de la película aquí no hay un final en que alguien dija "siempre tendremos París" porque no hay esperanzas de un nuevo reencuentro. Lo que si hay después de leer "Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol" es la respuesta a mi pregunta y la certeza de que siempre tendremos Murakami.

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