viernes, 20 de noviembre de 2009

El Juego Favorito


"Quisiera poder decir todo lo que haya que decir en una sola palabra" dice el alter ego de Leonard Cohen en "El Juego Favorito". Antes de convertirse en músico, el canadiense dedicaba sus ratos libres a la poesía hasta que a principios de los ´60 comienza a publicar algunos libros. Es aquí cuando aparece "El Juego Favorito" (1963), novela que lo consagró en los círculos literarios como la versión canadiense de "El Guardián en el centeno", de J.D Sallinger.

Novela de aprendizaje, narra la adolescencia y juventud de Lawrence Breavman, desde las aventuras en su natal Montreal junto a su inseparable amigo Krantz hasta su escape a Nueva York, cuando encuentra - después de muchos intentos fallidos - la mujer de sus sueños. Odiando todas las cosas que suceden entre el comienzo de una frase y su fin, Breavman lucha contra una ansiedad que lo envuelve cada vez que una chica lo provoca y que a veces cree, lo convierte en mago: "Quiero tocar a las personas como un mago, para cambiarlas o herirlas, dejar mi marca, volverlos hermosos. Quisiera ser el hipnotizador que no se arriesga a dormirse a si mismo". "El Juego Favorito" es el manifiesto de la pasión por la vida, minuto a minuto, encontrando la belleza en las cuestiones más cotidianas y la verdad en los momentos más convulsivos.

Si Spanbauer narra con una brutal simpleza las hazañas de su alter ego Rigby John Klusener en "Ahora es el Momento", lo que Cohen hace con Breavman es lanzarnos una brutal poesía del destino, de la verdad a la vuelta de la esquina, de noches y madrugadas de un hombre que desea con una fuerza arrolladora y que huye del aburrimiento que la nada le provoca. La magia existe y sólo hay que buscarla, en cada piel acariciada, en cada callejón vacío, en cada gota de licor derramado.

"El silencio comenzó. La cama se convirtió en una prisión de alambres electrificados. El no podía bajarse, ni siquiera moverse. Lo carcomía la idea de que ahí debía estar, precisamente en esa cama, vendado de silencio. Era lo que merecía, todo lo que era capaz de hacer".

La prosa de Cohen en "El Juego Favorito" es la conjugación de una extraordinaria poesía que se deja ver desnuda en cada palabra y que se oculta en los pensamientos de un protagonista que percibe al mundo con vehemencia. Tal como ocurre con su música, aquí hay muchos momentos donde Cohen parece robarnos las palabras, hasta convertirlas en pequeñas piezas de arte. Este es el juego favorito de un hombre que sabe que la vida hay que vivirla como si fuese el último día. Carpe Diem.




viernes, 13 de noviembre de 2009

La pasión de Jeff Buckley

Descubrí a Jeff Buckley en 1995 en pleno auge del rock alternativo a través de un video clip emitido por el programa Nación Alternativa en MTV (cuando por ahí pasaban videos), el video en cuestión era "Grace". Quedé impresionado de la pasión e intensidad de la voz del hasta entonces para mí desconocido cantautor y de la interpretación en aquella canción que te podría hacer llorar. Pasaron los años hasta que en un especial de radio pude escuchar por completo su album Grace (1994), descubriendo otras joyas como la hermosa tristeza de "Lover, you should 've como over", y la emocionante "Last goodbye"", con letras como "este es nuestro último adiós, odio sentir que el amor que hay entre nosotros muera, pero ya es tarde, sólo escucha esto y entonces me iré, me diste más para vivir, más de lo que tu nunca sabrás".



Siendo una obra de diez canciones que hablan de la soledad y la pérdida, interpretadas con una extraordinara sensibilidad - a través de melodías ciertamente optimistas -, no cabía duda que Grace se convertiría en un clásico. Pero en mayo de 1997 Jeff Buckley desaparecía en extrañas circuntancias en las profundidades del río Missisipi a la edad de 30 años. Ese río, donde antes corría la sangre de los primeros bluesman - aquellos que luego de agotadoras jornadas bajo un intenso sol en los campos de algodón, se reunían a cantar lo que su alma les gritaba -, se llevaba al hijo de Tim Buckley, un músico californiano que murió incluso más joven - a los 28 años por sobredosis -, de quien Jeff alguna vez dijo "Yo no lo conocí, escogió otra vida. Mi voz ha sido la misma de todos los hombres de la familia". Por eso, cuando en una entrevista se le preguntó por sus influencias aclara "Mis raíces musicales vienes de mi madre y de mi padrastro. A los 9 años, él me regaló mi primer disco de rock, "Physical Graffiti" de Led Zepellin. Entonces me gustaba The Who, Jimi Hendrix, Pink Floyd...a los 16 años escuchaba a Edith Piaf. Luego descubrí a los Bad Brains y a Robert Johnson. Los adoré simultáneamente. Mi música debe ser la culminación de todo lo que amo. En mi fase Miles Davis aprendí que si quieres rendir tributo a tus héroes debes crear tu propio estilo". Ese particular estilo que lograría reflejarlo en Grace - su único album de estudio editado en vida - lo veríamos también en el póstumo Sketches for My Sweetheart the Drunk (1998), el cual se disponía a comenzar a grabar junto a su banda en Memphis al momento de su muerte.


Capaz de cantar con el alma, recuerdo que sus canciones me acompañaron en intensos momentos durante mi paso por la universidad. La desgracia de su partida, nos dejó sin uno de los más talentosos músicos del último tiempo, cuyas obras llenas de nostalgia nos estremecerán por siempre. Su influencia en la música, es comparable ahora a la dejada por míticos cantautores como Nick Drake y se puede apreciar en toda una generación de músicos. Jeff decía "lo que quiero conseguir es meterme bajo la piel de los que escuchan mis canciones". Grandioso.

jueves, 5 de noviembre de 2009

If I Were a Carpenter

Fue a través de un disco tributo que nació mi interés en la música de The Carpenters. "If i where a Carpenter" de 1994 era un álbum donde bandas como Sonic Youth - que destacan con su elegante versión de "Superstar" -, The Cranberries, Cracker, American Music Club y Grant Lee Buffalo revivían sus grandes clásicos.

Dúo integrado por los hermanos Karen y Richard Carpenter, formados en 1969 y desaparecidos en 1983 - tras la muerte de Karen -, su música se mantiene arraigada en la cultura norteamericana. Si el blues y el folk son el espíritu de la américa profunda y el funk junto al hip hop son la sangre de los guettos, el sonido The Carpenters y su influencia son la banda sonora de los suburbios, de la clase media norteamericana.

Durante los ´70, cuando alguien se sentaba frente al televisor a ver series como Ángeles de Charlie, o durante las noches se acostaba a leer un libro de Philip Roth junto a una copa de Martini, la música The Carpenters estaba siempre ahí. Es el sonido de una urbe sin tráficos ni contaminación, de una ciudad que se mueve y se ilumina a la melodía de sus brillantes canciones.

Escuchar ahora la hermosura de temas como "Close to you", "Yesterday Once More", "Superstar", o "Goodbye to love" nos purifica el alma. La angelical voz de Karen Carpenter acompañada de exquisitos arreglos orquestales - muchas veces de la mano de Burt Bacharach -, reflejan una pureza de estilo inigualable, alejada de cualquier pretensión. Algunos podrán acusar a los hermanos Carpenter de ser una máquina de hits, pero de lo que realmente son culpables es de haber creado canciones que sigan trascendiendo en el tiempo.




Escribo este post escuchando los aires bossa de "This Masquerade" junto a mi mujer - otra fan de The Carpenters -, recordando nuestras primeras incursiones en el sonido de estos genios de la canción, cuando por el invierno del 2003 encontramos uno de sus discos en una sección de descuentos. Suena ahora "Only Yesterday" y la magia del momento continúa tan viva como aquel atardecer de invierno.