sábado, 25 de abril de 2009

Elvis está vivo


La oportunidad de ver a Heavy Trash , el nuevo proyecto de Jon Spencer - quien inició su carrera en los '80 con los seminales Pussy Galore para luego armar la exitante Jon Spencer Blues Explosion -, era imperdible. Apenas supe del acontecimiento compré mi entrada y partí anoche al lugar elegido - el teatro Novedades -, instalándome en primera fila.

Mientras cientos de fans esperábamos la llegada de Jon Spencer y compañía, las chicas de Lilits salían al escenario para ofrecer un repertorio punk que me recordó el manifiesto riot grrrl. Lo que se suponía un aperitivo, logró encender los ánimos y se transformó en la entrada ideal para la noche.

Cuando Jon Spencer, Matt Verta Ray y el resto de la banda - contrabajo y batería - aparecieron, el feeling fue instantáneo. Desmenuzando el rock hasta dejarlo en su estado primitivo, Jon Spencer había anunciado que quería con este concierto alcanzar una atmósfera íntima, lo cual logró desde el primer minuto, manteniendo un constante diálogo con los asistentes, en medio de un show que no bajó de intensidad en ningún momento.



La apoteósica descarga de rockabilly en temas como "Dark Haird Rider", "She Baby" o "Way Out" inundaba a todos los presentes en un concierto que se transformó en fiesta. Predicando rock and roll, Jon Spencer era poseído por una energía que fluía de canción en canción, que mutaba a ratos en swing o se liberaba en forma de blues. El maestro de ceremonia era un animal que sudaba rock y se lo volvía a inyectar directo a la vena. El resultado era una sobredosis: el rock hecho carne.


Un viaje a la génesis de todo lo conocido, rock and roll en estado puro. Heavy Trash desplegó un perfecto ejercicio espiritual que transformó al teatro Novedades en un templo. Sí, ladies and gentleman, fuimos muchos los testigos de la reencarnación. Elvis está vivo.

martes, 14 de abril de 2009

Ahora es el momento

"El universo siempre conspiró para joderme", dice Rigby John Klusener cada vez que algo sale mal. Y aquello ocurre muy a menudo en la historia que nos cuenta, mientras hace autostop, con una flor en el pelo, rumbo a California. Tan potente como su título, "Ahora es el momento", es una novela en la que ocurre todo a un adolescente que vive bajo el alero de una familia de granjeros en Pocatello, Idaho. Viste Levi's, toma Coca Cola y escucha Purple Haze de Jimi Hendrix, pero hay algo, que lo hace sentir diferente.

Escrita por Tom Spanbauer, quien llama a su literatura Escritura Peligrosa, y es autor de otras obras como "Lugares Remotos" (1988) y " El hombre que se enamoró de la Luna" (1991), la novela es la confesión de un hombre que ahora logra mirar el pasado, sin abrir las heridas - "ahora ya está puesto en perspectiva, ya no duele"- . Si, porque lo que está escrito en sus páginas es la historia del propio Spanbauer, quien bajo su alter ego Rigby John Klusener, narra con una honestidad brutal, los acontecimientos que ocurren en un ambiente tan católico como asfixiante, durante largas jornadas bajo el sol recogiendo heno, mientras su novia lo deja y el matón de la escuela lo sigue acosando. A propósito, en una entrevista a la revista Rock De Lux, Spanbauer dice: "Es increíble lo que cuarenta años de reflexión pueden hacer, te permiten contar una historia como lo hice. Pero ojalá hubiese sido de verdad tan sabio entonces, era duro".

Es verdad que este tipo de historias - de iniciación o aprendizaje, el paso de niño a hombre - se ha contado mil veces , pero lo que distingue a "Ahora es el momento" del resto, es el mecanismo que utiliza para retratar - o explorar -, con un lenguaje sencillo, cada experiencia de forma salvajemente emocionante: " Todo se hizo más lento. Todo se aceleró. Todo se volvió lejano. Todo era de pronto como un túnel de lavado de coches. Había truenos, relámpagos, de pronto llovía torrencialmente. Todo lo habido y por haber. Todo lo imaginable sucedió...".

Maestro de Chuck Palahniuk ("Fantasmas", "Rant") - que dicen se convirtió en su alumno más aventajado -, Spanbauer nos enseña con esta novela que la verdad - aunque duela -, es el arma más poderosa para afrontar tu destino, y de paso, permite contar extraordinarias historias: "Una buena historia debería hacerte reir, y un rato más tarde romperte el corazón".

lunes, 6 de abril de 2009

Kraftwerk: We are the Robots


El show que Kraftwerk nos brindó como "telonero" de Radiohead es por sí solo un espectáculo musical-visual imperdible y que merece cada una de las lukas pagadas. Y digo "telonero" entre comillas porque perfectamente podría ser al revés. No tiene sentido comparar a Kraftwerk con Radiohead, no sólo por sus diferencias estilísticas, sino porque la historia y enorme influencia de los primeros ya está escrita hace décadas, mientras que los segundos la siguen escribiendo.

Esa noche en la Pista Atlética, el cóctel musical comenzó con la salida de los chilenos Casino, una banda emergente que no conocía, los cuales en un principio me recordaban el pop rock británico de Travis o Coldplay para luego mutar a algo mucho más interesante con sonidos más psicodelicos que claramente se acercaban a atmósferas madchestereanas de bandas como The Stones Roses o Happy Mondays.

Los androides de Kraftwerk salían en escena con "The Man Machine", seguido de otros himnos como "Computer World", "Autobahn", "Tour de France", "Radioactivity" y la emocionante "The Model", todos los cuales forman parte del ADN del pop electrónico. Cuando tocó el turno a "The Robots", los humanos desaparecieron del escenario y fueron reemplazados por los mismísimos robots.


Kraftwerk fue fundado por por Ralf Hütter y Florian Schneider en Düsseldorf a fines de los años '60 en medio de la corriente vanguardista alemana que por un lado tenía al krautrock con bandas como Tangerine Dream y por otro una escena más influenciada de la experimentación electrónica del pionero Karlheinz Stockhausen. A través del paso de los años, la banda a tenido distintos miembros, pero se considera en la formación clásica además a Wolfgang Flür y Karl Bartos. En esta gira, de los miembros originales sólo Hütter se mantiene y el resto de los actuales integrantes son Fritz Hilpert, Hennig Schmitz y Stefan Pfaffe.

La influencia de Krafwerk es enorme porque tal como leí por ahí, sus discos son como las Tablas de la Ley del Techno. El electro - piedra fundacional de todo el house de Chicago y el techno de Detroit - nació de un tema llamado "Planet Rock"(1982) que Afrika Bambaataa - un dj del Bronx - , consiguió al remezclar las melodías del "Trans-Europe Express" de Kraftwerk. Desde ahí, toda la corriente techno y sus derivados le deben su vida - aunque algunos lo nieguen- al sonido de los androides de Düsseldorf .

La base rítmica y melódica presente en cada uno de los temas sigue hasta hoy tan fríamente vigente que al escucharlos la emoción te cala hasta los huesos. Pensar que Kraftwerk es una especie de fósil viviente de la prehistoria de la música electrónica hace de esta experiencia algo más que alucinante. Con un sonido y despliegue visual único, el show es fruto de una perfecta sincronización hombre-máquina, que hace que todos los presentes nos transformemos en autómatas, en robots que siguen las ordenes escritas en un software que llamamos música electrónica.