martes, 28 de diciembre de 2010

Cuando los días son grises


Como Hope Sandoval, Chris Hooson hace de las canciones frágiles un refugio para los momentos de soledad. En cada una de sus obras las melodías hieren la piel y evocan paisajes en blanco y negro sobre carreteras eternas que recorren la tristeza en silencio. Signal Hill (2000), cuarto álbum de Dakota Suite, la banda de Leeds liderada por Hooson que debutó en 1998 con el álbum Alone With Everybody, es un pasaporte a los días grises cuando las almas se aferran a la vida después que son expulsadas del paraíso.

"The Cost Of Living" con vientos chicanos al estilo de Calexico da inicio a esta hiriente travesía seguida de la breve "Close Enough To Tears", una pieza arrebatada en los primeros destellos del alba. "Clean Linen Sheets" parece sacada de algun álbum de Bill Callahan y "Signal Hill" - la mas country del disco - es un Ryan Adams filtrado en ácido. Las olas de la breve "Riverside" evocan las orillas de un mar que sigue ahí después de una noche apagada y en la instrumental "Raining somewhere" es la lluvia lo que duele al caer mientras que en "Morning Heavy" es el susurro de Hooson lo que hace temblar los huesos. Con el piano y los violines de "I Turned Away So That I Might Not See" - cuyo titulo parece un tributo al So Tonight That I Might See (1993) de Mazzy Star - nos anuncian que el final está cerca y que las sombras desaparecerán pero con los primeros rasguidos de la guitarra de "When Skies Are Grey" y después de cualquier rastro de dolor son los deliciosos rastros country de ésta ultima canción lo que nos embriaga en una dulce y sublime dosis de felicidad.

"He vivido toda mi vida tocando mis cicatrices de forma repetida con tal de asegurarme de que no duelen" dijo alguna vez Hooson en una entrevista y son esas cicatrices las que en este disco permanecen tan abiertas como nuestros sentidos al escucharlas. Cuando la emociones se congelan. Cuando la intensidad llueve. Cuando las guitarras duelen. Cuando los días son grises. Ahí están las canciones de Dakota Suite. Como en Signal Hill, hay veces en que la tristeza es tan bella que se confunde con la alegría.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Cuando surgen las canciones.

Escribo este post en esta extraña tarde de noviembre, con algo de frío y mucha lluvia que cae sobre Santiago. November Rain. Sé porque la lluvia me hace escribir y también sé porque la lluvia me inspira y me trae nostalgia. Nací y viví mucho tiempo en el sur y durante eternas tardes de lluvia me encerraba a escuchar canciones. Por esos días y tal como ahora - pero a diferencia de antaño cuando sólo disponía de algunas decenas de cassettes y uno que otro disco compacto - las canciones surgían solas.

Desde entonces mis preferencias musicales han cambiado pero hay temas que perduran, que no se olvidan nunca. Encuentro en un viejo cassette de 1991 - que lo grabé precisamente en un día de lluvia en julio - algunos temas de Air Supply: "All Out Of Love", "The One That You Love" y la grandiosa "Lonely Is The Night". Justamente por esos tiempos Air Supply me acercó a otras bandas, entre ellas Foreigner de la cual escucho ahora "I Want To Know What Love Is" y la exquisita "Waiting For A Girl Like You" y de sus contemporáneos Cutting Crew "I Just Died in Your Arms Tonight" y "I've Been In Love Before".


Otras canciones que escuchaba en las tardes de lluvia de los '90 y que ahora caen otra vez son viejos hits de los '70s como "Amanda", temazo del grupo Boston con letras como "..¿Si te lo digo esta noche / apagarás la luz / y te marcharas sabiendo que te amo?" y 100 CC con "I'm Not In Love": "Me gusta verte / pero entonces otra vez vuelvo a caer / eso es malo para mí". De los años '60s y parte de la banda sonora del film "El Graduado" - sería una excelente película para esta tarde - escucho también el "Sound Of Silence" de Simon & Garfunkel.

Llega a noche y la oscuridad me trae la tremenda "Wake Up" de Mad Season y de ahí el salto a Mark Lanegan es natural con temazos como "One Hundred Days" o "One Way Street" a quien precisamente hace pocos meses atrás - en una fría noche de domingo - fui a ver al Normandie. Finalmente encuentro el album Shangri La Dee Da de los Stone Temple Pilots y escucho "Wonderful" y "Hello it's Late", dos temas que me acompañaron en los últimos días de Universidad.



En los momentos en que deseamos escapar de la rutina. Cuando sin explicación nos invade el miedo entre el caos de la ciudad. Cuando algo cambia y no sabemos porqué nos afecta. Cuando la brisa de otoño deja de golpearnos en la cara. Cuando las palabras sobran ante una inmensa y triste mirada. Cuando llueve como ahora y los recuerdos no paran de caer. Es ahí, justo ahí, cuando surgen las canciones.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Recoil: la revelación de los sentidos.


Momentos como los de la jornada de anoche en la Blondie es de aquellos que no se olvidan nunca. Porque Recoil en vivo es una experiencia catártica, mística, que llena tanto los sentidos como el alma. Alan Wilder, otrora miembro de Depeche Mode liberó aquí toda su energía creativa acompañado de Paul Kendall en el tour A Strange Hour que los ha tenido recorriendo el mundo desde marzo de este año.

El set list - que forma parte de su último álbum de remezclas titulado Selected - nos sorprendió por su perfección el cual acompañado de una película con una impresionante y seductora fotografía comenzó con un mix de "Prey" seguido de "Want" - original del album Liquid - y "Shape The Future", llegando a una versión dub de la exitante "Drifting", sin duda uno de los mas grandiosos momentos de la noche. El cóctel seguió con temas como "Allelujah" - muy noise - y "Uranokemia" hasta que Wilder nos deleita con una versión - por momentos calcada a la original - del "Never Let Me Down Again" de los Depeche Mode. A esas alturas el éxtasis era total y la simbiosis entre Kendall y Wilder era perfecta: mientras el primero se mantenía concentrado en lo suyo - el loco de las perillas ensuciaba las pistas a punta de noise, drones y efectos de reverberación - el segundo se mostraba siempre relajado, cercano, en constante feedback con el público.


La Blondie continuó inundada de beats y bajos con "Shunt", "Speedy Groove" y un envolvente mix de la extraordinaria "Stalker" - original del Unsound Methods -. Pasados los 75 minutos, Wilder y Kendall se despiden bajo la euforia de los - calculo - 500 fans que asistimos al show pero pasados un par de minutos las luces se vuelven a apagar y nos regalan un bis de antología con un sample del "Walking In My Shoes" de los Depeche Mode remezclado con "Jezebel" de Recoil y al final - y cuando ya todo era demasiado - suena un remix del Personal Jesus con un Wilder animándonos - a lo Dave Gaham - a seguir el clásico coro.


Que importa que el show se haya demorado más de una hora en partir. Con la experiencia que nos brindó Wilder está mil y una veces perdonado. Porque cuando su sonido nos envuelve y hace que todo lo demás desaparezca no hay ninguna emoción que compita con ello. Esto no es electrónica para el mainstream, sino la revelación de los sentidos como expresión del arte. En las mismas palabras de Wilder: una noche fantástica.

viernes, 29 de octubre de 2010

Tan lejos, tan cerca.


Cuando creía que iba por "El Mar" de John Banville o por algún otro de la serie Libros del Asteroide, me encontré con el "El día de todas las almas" (2000) del holandés Cees Nooteboom, novela que regalé a una amiga que no la terminó de leer - porque le pareció "muy profunda" - y que por lo tanto tomé prestada. Con una prosa a ratos compleja, que se mueve entre paisajes de gran poesía, metafísica o filosofía, Nooteboom narra la historia de Arthur Dane, un reportero que tras sufrir una gran pérdida camina por Berlín cámara en mano, compartiendo con un grupo de amigos las eternas preguntas de la vida hasta que es hipnotizado por una extraña mujer que seguirá hasta Madrid.

Como los ángeles caídos del extraordinario film "Tan lejos, tan cerca" (1993) de Wim Wenders, Arthur Dane recorre las calles de Berlín, en medio de la luz gris en busca de lo que los otros no ven. Vagando por la Flakplatz, la Schwedter Strasse o el Gleimtunnel, el hombre de las imagenes sigue los postulados de Camus "averiguo muchas más cosas observando las colinas onduladas" y a través de la música de John Cage disfruta de sus silencios porque la música que estira el tiempo también estira el espacio de la imagen.

"Cuando los cuerpos en esa habitación hubieran olvidado a sus personas...pocas lágrimas, una cicatriz que brillaba, un cuerpo aovillado como si quisiera empezar ahora a dormir para siempre...cuando la luz gris berlinesa se deslizara en el interior por la ventana sin cortinas, cuando registrara el silencio..."

Si Patrick Modinado con su novela "En el café de la juventud perdida" nos sumerge en el Eterno Retorno por la calles de París con los mismos días, las mismas noches, los mismos lugares, los mismos encuentros, aquí Nooteboom nos muestra L'eternité quoi de Berlin : el completo ciclo eterno y compulsivo del día que nunca cambiaba, el año que nunca cambiaba. Las imágenes congeladas de esa ciudad castigada - con la parte más débil mantenida viva al aire - y de un pueblo devorado entre sí en un mundo partido en dos y que ahora había vuelto a encontrar su alma peculiar.

Si en este preciso instante la nieve cayera sobre Berlín, Arthur Dane estaría ahí registrando el momento. Esa belleza de las cosas que no volverán y que se acaban tan rápido como el paso de una flecha. Sinfonía de una ciudad. Instantes congelados en un frío rollo de película - me imagino cualquier canción de Dakota Suite en este momento - como un hilo que mantiene nuestra memoria y que con el paso del tiempo se estira aún más. Imágenes que evocan lugares que ya no están pero que renacen ante nuestros ojos como si estuviésemos ahí: tan lejos, tan cerca.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Ecuación perfecta en sonidos electrónicos

Hay discos de electrónica que son producto del reciclaje de viejos sonidos, que extraen gota a gota el adn de la vieja escuela y los fusionan con beats, loops, scratching y otros recursos tecnológicos. Así forman una mezcla perfecta, una experiencia que transporta, una dosis que hace bien al cuerpo y al alma. Ejemplos de ello hay varios, pero quiero rescatar aquí dos imprescindibles álbumes de los años 90's: Endtroducing...de Dj Shadow y Colours de Adam F.


Joshua Paul Davis, mas conocido como Dj Shadow, lanzó en 1996 el álbum Endtroducing... revolucionando la industria al revivir viejos sonidos que permanecían escondidos en su impresionante colección de vinilos. Envuelto en una atmósfera downtempo y construido casi por completo en base a samples , en el álbum podemos encontrar hip hop abstracto, soul, jazz, funk y break y comienza con el juego de scratching de "Best Foot Forward" y sigue con la pausada pero adictiva "Building Steam With a Grain of Salt" hasta llegar al breakdance de "The Number Song". El cuarto corte "Changeling" que contiene un sample del "Invisible Limits" de Tangerine Dream es una exquisita pieza downtempo que roza con el ambient y "What Does Your Soul Look Like (part 4)" es un relajado ejercicio de chill out como para hundirse en el sofá. En la oscura y casi lyncheana "Stem/Long Stem" nuestro maestro de ceremonias sube a ratos las revoluciones para pasar de improviso al melodioso silencio de un saxo. "Mutual Slump" es puro drum 'n' bass filtrado por jazz y el breve hip hop de "Why Hip Hop Sucks In '96 " da paso a la insuperable "Midnight In A Perfect World", primer single del álbum. "Napalm Brain/Scatter Brain" comienza con sonidos que recuerdan las series policiales de los '70 y sigue con el drum 'n' bass mas intenso del disco y al finalizar, "What Does Your Soul Look Like (part 1)" es un dulce y emocionante homenaje al jazz, origen de todo el sonido del álbum.






A diferencia del Entroducing...en el Colours (1996) de Adam F. las revoluciones suben ya que aún cuando está lleno de matices es el drums 'n' bass el protagonista y comienza con "Intro" seguida de "73", ambas claramente inspiradas en la Blaxploitation. Con el tercer corte "Metropolis", el drum 'n' bass hace su presentación de forma muy árida, pero en "Music in My Mind" - una de las mejores del disco - la percusión se hace mas amigable acompañada de una voz sintetizada. El comienzo de "Jaxx" nos recuerda el "Inner City" de Goldie - quizas porque él mismo participa en el disco - pero al poco andar se desmarca y al llegar a la septima pista es Tracey Thorn quien pone su voz en la melódica y deliciosa "The Tree Knows Everything", canción que encajaría perfecta en el Walking Wounded de los Everything But The Girl. El disco avanza con el single "Circles", un limpio ejercicio de estilo que constrasta con la áspera y sucia "Dirty Harry" remezclada por Grooverider y luego con "F Jam" - otra de las cumbres del disco - el giro es radical a un sutil y jazzy drum 'n' bass rapeado magistralmente por Mc Conrad. "Aromatherapy" es una clásica y seductora pieza de acid jazz y hacia el final - terminando con la participación de notables representantes de la escena drum 'n' bass - es Roni Size quien remezcla "Circles", estampando su inconfundible estilo.





Paisajes sonoros llenos de magia. Deliciosas atmósferas que retornan de un pasado del cual no somos parte, pero que sentimos nuestro. Sonidos negroides, urbanos, que nacen cuando el sol se esconde y reencarnan el espíritu de la vieja escuela. Como alguien dijo por ahí: toda la electrónica viene de los 60's y los 70's, es sólo cuestión de encontrar la ecuación perfecta. Esa ecuación señores, yo la encontré en estos dos grandiosos discos.

martes, 7 de septiembre de 2010

La explosión de Jon Spencer


Conocí la música de Jon Spencer a mediados de los '90 - como en muchos otros casos - en el programa Nación Alternativa de MTV con algunos videos de su proyecto Boss Hog junto a Cristina Martinez. Lo que yo no sabía por entonces es que había comenzado sus pasos musicales a través de una banda formada en New York llamada Pussy Galore y que luego había fundado también la Jon Spencer Blues Explosion.

Poco tiempo después, con el primitivo y salvaje álbum Now I Got Worry (1996) bajo la Blues Explosion me volví adicto a su sonido. Con una actitud 100% rockabilly y una enorme dosis de locura e intensidad, el disco es la esencia del rock por el rock. Su tercer corte "Wail" libra una energía que recorre cada fibra del cuerpo, una sinapsis que no deja neurona indiferente. "2 Kindsa Love" no queda atrás y es la catarsis al final de un día grandioso, un éxtasis que no se consume nunca.


Con Now I Got Worry vino el descubrimiento de su anterior disco Orange (1994) con temazos como "Bellbottoms", pero fue con el posterior Acme (1998) y su single "Talk about the Blues" que la fusión del rock de Jon Spencer con el scratching de Dan The Automator - sumado a las imágenes de su genial video con Winona Rider - me hacían comprender que antes de ello lo que había escuchado de Jon Spencer sólo era un aperitivo. Ese híbrido, que era todo y nada a la vez, me mostraba al verdadero animal del rock. Las posibilidades desde entonces eran infinitas.




Después de dos álbumes discretos, Plastic Flag (2002) y Damage (2004), Jon Spencer arma un dúo con Matt Verta-Ray bajo el nombre de Heavy Trash. Si con la Blues Explosion era el maestro de ceremonias, con Heavy Trash es la reencarnación natural de los antiguos rockers, el espíritu de la vieja escuela. La alucinante experiencia en vivo con esta última banda no hace más que convencerme que Elvis está vivo y encarnado en el alma de Jon Spencer.

Si las canciones del desaparecido Jeff Buckley son un manifiesto a la intimidad y a las cosas que desgarran, en la vereda opuesta está el sucio Jon Spencer con su inagotable carga de 220 voltios que sigue rompiendo el establishment. Un motor que inyecta rock'n'roll, blues, country y punk a todo lo que encuentra a su paso. Su música es la interminable celebración del rock y de la energía que nos mantiene vivos.

martes, 24 de agosto de 2010

Esos libros que no he terminado de leer.


Sé que es extraño escribir sobre libros que no se han terminado de leer ya que uno no puede formarse un juicio para opinar de ellos. Pero justamente mi intención no es hacer una crítica, sino contar las experiencias que he tenido con algunas novelas inconclusas. Aunque uno sabe que pueden ser grandiosas, hay novelas que cuesta leer. Libros elogiados por la crítica o clásicos contemporáneos que no sólo forman parte de nuestra biblioteca, sino que están ahí esperando que uno se los devore. En el último tiempo al menos con tres libros me ha pasado que a medio andar los he abandonado como si nada. Explicación para ello no tengo. Quizás los tomé cuando no era su momento. Quizás mi estado emocional fue el problema. O quizás definitivamente esos libros no son para mí.

"Viaje al fin de la noche" es el primero de esta saga de libros sin terminar. Se supone, es la obra maestra de Louis Ferdinand Céline, del cual para muchos intelectuales es una de las más grandes novelas del siglo XX. Por ello mis expectativas eran altas y comencé una noche a navegar por sus extensas páginas pero su complejo y duro lenguaje - o el excesivo uso de argot - de Céline me agotó desde un principio. La novela cuenta la historia de su alter ego Ferdinand Bardamu quien herido en la primera guerra mundial, va buscando su destino - amargo, miserable y salvaje - en distintas lugares como el África colonial francesa y el Estados Unidos pre-superpotencia hasta que regresa a su Francia natal en un suburbio de París.

"El legado de Humboldt" de Saul Bellow, ganadora del premio Pulitzer en 1975 retrata la vida del poeta Von Humboldt Fleisher, quien es en realidad la encarnación literaria del gran poeta Delmore Schwartz, a quien Bellow veía como "hermano de sangre" y era admirado entre otros por Lou Reed y un ejercito de otros intelectuales, músicos y artistas. La vida de este poeta es fascinante y su talento dejó obras "In dreams begin responsibilities" que creo no se ha traducido nunca al español. En la novela, que para mí se torna muy extensa en su prosa y que dejé al llegar a la página 260, un joven amante de la literatura llamado Charlie Cetrine, recuerda su amistad con Fleisher quien se convirtió en su maestro hasta que su muerte lo deja a la deriva, alejándolo de sus ideales, mezclándose con mafiosos y perdiendo así las riendas de su vida.

"La elegancia del erizo" de Muriel Barbery, actual best seller - que continúa por meses en los primeros lugares de las listas -, es la última de las novelas sin concluir. Recuerdo que lo compré con entusiasmo en la última Feria del Libro de Santiago y la guardé por un tiempo - mientras era el turno de otras - hasta que lo comencé a leer hace casi dos meses. La prosa de Barbery - como el titulo del libro - es elegante y rica y contiene sin duda un humor inteligente, pero al avanzar por sus páginas no logró hacer feeling conmigo. La novela nos muestra las vidas solitarias de dos habitantes de un burgués edificio de París, una es la conserje llamada Renee y otra es una niña de doce años llamada Paloma que nos comparte sus "Ideas Profundas". Cuando un hombre llega al edificio, las vidas de las protagonistas se cruzan y descubren que son dos almas gemelas.

La extensión de más de quinientas páginas de "El legado de Humboldt" y "Viaje al fin de la noche" me hacen pensar que ello es la causa que me desmotiva terminarlas. Entonces, después de meses sin terminar una novela, creo que volveré a la genial literatura de Murakami o Modiano, que compraré alguna otra obra de la fascinante serie de Libros del Asteroide o finalmente y de una vez por todas, leeré una novela que tengo postergada hace casi tres años: "El Mar" de John Banville.

jueves, 29 de julio de 2010

Eterna juventud sónica


Hay discos que están hechos para escucharlos a todo volumen y que irradian una energía que no se consume nunca. Uno de ellos es el último álbum de los Sonic Youth "The Eternal" (2009), notable regreso de los cuatro de New York que ahora suman como bajista al ex Pavement Mark Ibold. Manifiesto de un sonido que no envejece, es el presente y pasado conjugados en riffs que estallan sobre una base rítmica que no para nunca porque si lo hace, sabe que dolerá.

El comienzo con "Sacred Trickster" es arrollador y la distorsión de "Anti-Orgasm" penetra la piel. Hay una rasgada genialidad en "Leaky Lifeboat" y "Antenna" comienza lo que parece ser la única pausa en medio del ruido pero a los pocos segundos sorprende, mientras que la poderosa electricidad de "What We Know" anuncia que de ahí en adelante sólo hay furia, ruidismo, pasión, coraje y otra vez ruidismo: "Calming The Snake", "Poison Arrow", "No Way", "Massage The History". Al final, la grandiosa "No Garage" sin duda pasará a formar parte de los clásicos del noise.

Shelley, Ranaldo, Gordon, Ibold y Moore empreden aquí un viaje sónico a través de una carretera de catorce canciones a bordo de un bólido de rock donde en cada parada se enfrentan a las bestias del silencio. Saben que poseen las armas suficientes para combatirlos: guitarras, bajo y batería. Y cuando todo ya ha sucedido, el amanecer es más intenso y los rayos del sol vuelven a recargarlos. Otra vez al camino, no hay tiempo que perder.

"The Eternal" es el deseo y la ansiedad del ruido de cuerdas que lloran hasta desangrar. Es la energía de una flecha que está siempre de paso y el ácido ingrediente de un caldo de canciones ansiosas de electricidad. Noise que brota desde las almas de aquellos que, como yo, nunca envejecerán. Un disco como este es el triunfo de las guitarras, de la vida, de la eterna juventud.

domingo, 11 de julio de 2010

Postales de Invierno


Escribo estas líneas una fría tarde de Julio, algunas semanas después de comenzado el Invierno. Con termómetros que han llegado a marcar las temperaturas más bajas de muchos años en Santiago, el ambiente es propicio para una novela como Postales de Invierno (1976), ópera prima de la norteamericana Ann Beattie. El prólogo de Rodrigo Fresán no puede comenzar de forma más perfecta: "El frío ahí afuera, el frío que asciende cuando desciende el calor del amor, el frío que corre por los pasillos del cuerpo que unen o desunen el corazón con el cerebro...el frío que se siente en los huesos cuando comienzan a cerrarse las puertas de la juventud..".

Editada por Libros del Asteriode - que contiene una genial colección de literatura con obras de la talla de Robertson Davies, Nancy Mitford y William Maxwell - cuyas novelas son traídas a Chile por Hueders y se pueden encontrar en librerías como Metales Pesados, Takk y Ulises, Postales de Invierno es una de las más influyentes novelas de la década de los setenta y retrata como ninguna otra el desencanto de toda una generación americana. "La fuerza y la influencia de Beattie proceden de su inmersión en el desconcierto estoico de una generación sin causa”, dijo sobre ella una vez John Updike.

Bañada por una banda sonora de lujo - que se puede encontrar en myspace - con referencias a Bod Dylan, George Harrison - con la tremenda "My Sweet Lord"-, Donovan, The Rolling Stones, Eric Clapton, entre otros, sus páginas encierran un mundo de contrastes: pasajes cómicos - mucho sarcasmo - y pequeñas tragedias, sentimientos que brotan o que se diluyen con la nieve, amaneceres melancólicos y locuras nocturnas, pasiones olvidadas y heridas aún abiertas. Narrada en tercera persona, la novela retrata la vida de hombres y mujeres al borde de la disfuncionalidad como su protagonista, Charles, quien sigue obsesionado por Laura, su antigua novia casada con otro; su amigo Sam, eterno compañero deprimido por la muerte de su perro; y su amiga Pamela, una hippy trasnochada en busca de su identidad sexual. Lo siguen la madre de Charles llamada Clara y su hermana Susan, cuyos parámetros sicológicos siguen la tendencia del resto de los personajes.

Como si se tratase de un film de Sam Mendes - "Belleza Americana" (1999), "Camino a la Perdición" (2002), "Vía Revolucionaria" (2008) -, la mediocre vida de los personajes de Postales de Invierno es la radiografía de una sociedad que busca en medio de su hastío un pedazo por pequeño que sea de eso que llaman sueño americano. Se saben loosers, están ahí y es lo que les tocó vivir pero ello no les impide luchar por la felicidad. Es así que cuando llegamos al final, pareciera que a Charles el sol lo ilumina - "es un final cálido" como dice Rodrigo Fresán -mientras afuera la nieve sigue cayendo y otros encerrados en sus casas miran por la ventana esperando que llegue su turno.

lunes, 28 de junio de 2010

La noche, el frío y las canciones de Mark Lanegan

En un principio, el frío de la noche de domingo inundaba todos los rincones del Normandie y la ansiedad bajaba aún más la temperatura. Apenas se apagaron las luces y apareció en escena Mark Lanegan junto a Dave Rosser todos nos olvidamos del frío y comenzamos un perfecto viaje por su prolífica discografía, repasando canciones desde sus inicios grunge con Screaming Trees, pasando por el stoner rock de los Queens of The Stone Age hasta su etapa solista incluyendo su último álbum Bubblegum.

El repertorio limpio e insuperable - sólo se echó de menos algún tema del proyecto Mad Season -, tuvo el mismo orden del que realizó en el Samsung Studio de Buenos Aires y comenzó con "When Your Number Isn´t Up" - del álbum Bubblegum - seguida de la estremecedora "One Way Street" y "No Easy Action" - ambas de su flamante álbum solista Field Songs -. El set abarcó además, entre otras, a "One Hundred Days" , "Like Little Willie John" , "Wild Flowers", "Can't Catch The Train", la apasionante "Don't forget me" y "Resurrection song" - las dos últimas también del álbum Field Songs -. La interpretación que Lanegan hizo del cover de Pink Floyd "Julia´s Dream" fue escalofriante y cuando emprendió su regreso a los tiempos de Screaming Trees con "Where The Twain Shall Meet" y sobre todo con "Traveler", los poco más de cuatrocientos asistentes nos llenamos de nostalgia.

A estas alturas Lanegan no sólo es el sucesor de la voz de Tom Waits, sino que cada vez adopta un parecido físico que hace como si el viejo Waits se encarnara en él. Esa voz rasposa, ronca, que suena a whisky añejo y resaca, que parece provenir del bar mas subterráneo que exista y esa parada en escena imponente junto al micrófono muestran al crooner de Washington en toda su potencia. De otra voz áspera, el desaparecido Jonny Cash, hereda el delirio por las canciones, su pasión por las historias, el agarre en la poesía.


Sin otros apelativos, lo que escuchamos en este show acústico no es otra cosa que blues, un blues que corre por la venas y sangra con cada susurro de Lanegan. Su voz poderosa, amplificada por el alma, brota en canciones llenas de emoción. La pasión se engendra en letras que no resisten a otra voz y que se aferran al cuerpo de un hombre que cruza el desierto por más oscuro que sea. El intenso final, con "Hangin´ Tree" - de su etapa en Queens of The Stone Age - fue el cierre perfecto de la noche. Y tal como ocurrió hace dos años en el mismo Normandie con Bill Callahan: el frío ya se ha ido, sólo quedan las canciones.


jueves, 17 de junio de 2010

Space Oddity


"Estoy sentado en esta lata de aluminio/lejos, encima del mundo/el planeta tierra es azul/y no hay nada que pueda hacer" dice David Bowie en "Space Oddity", esa genial canción de 1969. Cuarenta años después, Sam Bell, el solitario protagonista de un film llamado "Moon" (2009) podría pensar lo mismo encerrado en una base lunar mientras mira a través de la ventana, allá lejos, el planeta tierra. Esta comparación no es mera casualidad. "Moon" está escrita y dirigida por Duncan Jones, el hijo mayor de Bowie. Esta brillante película es la hermana menor - sobre todo si se piensa en su presupuesto y la casi nula utilización de efectos especiales - de "2001: Odisea en el Espacio" de Stanley Kubrick ya que ambas comparten bajo una sofisticada versión sci-fi la filosofía del origen de la vida: la búsqueda a la respuesta de "quienes somos" o "de donde venimos".

Sam Bell - interpretado por Sam Rockwell - es el único ocupante de una base lunar minera cuya labor es extraer el helio-3, combustible que debe enviar periódicamente a la tierra. Su misión dura tres años, por lo que la espera de volver a casa se hace eterna en medio de la soledad lunar. Su única compañía es GERTY - bajo la voz de Kevin Spacey -, robot y sistema operativo de la base. Si en "2001: Odisea en el Espacio" es la frialdad de HAL 9000 lo que impera, aquí es la humanidad de GERTY lo que sorprende. El robot parece tener sentimientos y comparte las penas y alegrías de Bell. Su pantalla contiene un Smile y de acuerdo al estado de ánimo va cambiando en emoticones capaces de sacar lágrimas.





Un día Bell sufre un accidente a bordo de un vehículo lunar y días después despierta desorientado en la base. ¿Cómo llegó devuelta?. Aún cedado, cree ver a otro hombre a bordo. Despierta y se da cuenta que el otro es él mismo. La lucha por su identidad comienza y hay más preguntas que respuestas. Su perfecto clon pronto se vuelve cómplice y juntos deciden descubrir la verdad. A través de GERTY encuentran respuesta a su existencia y a pesar de la cruda verdad no se dan por vencidos.

Jones hace de "Moon" una inteligente, sencilla y eficaz opera prima que lejos de ser otra típica película de ciencia ficción es una metáfora que encierra las eternas preguntas de nuestra existencia. La estupenda banda sonora de Clint Mansell - el mismo de la demoledora "Requiem for a Dream" de Darren Aronofsky - envuelve al film en la atmósfera claustrofóbica necesaria para comprender de mejor forma el encierro y la soledad que sufren los personajes. En una entrevista, el propio Jones aclara: "aparte de todo el aspecto tecnológico, Moon es en verdad una historia sicológica sobre la soledad". Como concluyó la revista Cahiers du Cinema, "Moon" es una película "realista, minimalista y paradójicamente humana".
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domingo, 6 de junio de 2010

Bill Callahan: el hombre y la pasión americana


Me costó digerir el último álbum de Bill Callahan. Creo que se debe a que un disco tan íntimo como éste y de la misma forma como podría pasar por ejemplo con Lou Reed, son discos de transito lento, que en primera escucha nunca irradian su grandeza. Sometimes I Wish We Were An Eagle (2009) es una obra envuelta en una poesía que se deriva de una tradición literaria donde Callahan se inspiró principalmente en el clásico "Mientras Agonizo" de William Faulkner.

El disco comienza con el austero y emotivo "Jim Cain", donde Callahan se encarna en el escritor James M. Cain para decir "solía ser oscuro y me volví luminoso, y ahora soy oscuro otra vez" seguido de un rítmico y ansioso piano cuasi honky tonk de "Eid Ma Clack Shaw" donde canta “el amor es el rey de las bestias, y cuando tiene hambre debe matar para comer”. El tercer corte del disco "The Wind And The Dove" confunde con sus aires orientales y "Rococo Zephyr" y más aún en la emocionante "Too Many Birds" retorna en pleno a las tranquilas y transparentes aguas de su etapa como Smog.

A la mitad del álbum aparece "My Friend", la más grandiosa de las piezas del disco y luego en la épica "All Thoughts are Prey To Some Beast" Callahan rompe la tranquilidad del repertorio con una intensa guitarra y una percusión retumbante. Mas adelante, los efectos en la instrumental "Invocation Of Ratiocination" logran su cometido y nos transportan a una sesión de espiritismo en el viejo New Orleans y finalmente con la fascinante "Faith/Void", el cowboy radicado en Austin repite a lo largo de la canción "es hora de guardar a Dios" confesándose agnóstico al agregar "es el final de la fe / no debo esforzarme más en encontrar paz en una mentira...".

Sin duda, con Sometimes I Wish We Were An Eagle Bill Callahan a recuperado la calma después del experimento de su anterior Woke On A Whaleheart (2007). Arreglos de vientos y cuerdas, letras melancólicas, influencias literarias y momentos luminosos, todo eso hay en este último viaje al sur de las canciones de Bill Callahan: el hombre y la pasión americana.


domingo, 16 de mayo de 2010

Angeles Derrotados

"...La caída libre y sin retorno de estos jóvenes que nunca fueron expulsados del paraíso porque nunca estuvieron allí." nos dice Rodrigo Fresán en su crónica del suplemento Radar del diario argentino Página/12 para retratar el mundo que encierra las páginas de la estupenda "Angeles Derrotados" (1983) del norteamericano Denis Johnson, recientemente reeditada por Anagrama. Esta pequeña obra maestra - tal como la calificó Philip Roth- es la demoledora narración de la vida de dos jóvenes que se encuentran por azar a bordo de un bus Greyhound con destino a Pensilvania, ambos huyendo de un pasado pero sin ninguna certeza de un futuro.

La prosa de Johnson destila una crudeza sorprendente que en muchas ocaciones se esconde bajo una bella poesía. Cada página de la novela se consume tan rápido como van ocurriendo los acontecimientos - narrados con destreza - a nuestros miserables protagonistas, Jamie y Bill, dos seres que tienen como ningún otro sus pies atados a la tierra, día tras día en medio de la terrible espesura de la ciudad. Chicago o Pittsburgh, no importa, porque para ellos es lo mismo, no hay sueños, sólo el momento: "no necesitaba ni mapa ni reloj para saber que se hallaba de nuevo en el peor momento, en el sitio menos indicado". De pronto, sin saber cómo ni donde, ambos se separan y caen irremediablemente a un abismo.

Después de su amargo paso por los más oscuros rincones de Chicago, Jamie y Bill se reencuentran. Corazones devastados, ángeles en decadencia, como aquel ángel que cae en desgracia al bajar a la tierra interpretado por Bruno Ganz en el film "Tal Lejos, Tan Cerca" de Win Wenders. Para ambos, el mundo se convierte en una droga silenciosa que los hiere y los golpea con su falsa risa. Como si se tratase de una canción de Dakota Suite, en "Angeles Derrotados" el dolor y la tristeza están presentes todo el tiempo.


Si una apocalíptica novela como "La Carretera" de Cormac McCarthy deja al menos algún grado de esperanza, aquí no hay luz al final del túnel porque para nuestros antihéroes la suerte ya está echada. Estando en Phoenix con Jamie en casa de su familia, Bill junto a sus hermanos planifican un robo a un banco en un arrebato por encontrar la libertad. Todo sale mal, muy mal. Ambos, a su manera, quedan condenados.

Como cuando llega esa fuerte brisa de otoño que arranca las hojas de los árboles y anuncia la lluvia antes de caer, al llegar a las últimas páginas, y a diferencia de cualquier otra novela, uno desea como nunca antes que el final no llegue, porque línea a línea se va asomando el terrible desenlace: "Se sumió en la oscuridad entre un latido y otro, y allí descansó. Y entonces se dio cuenta de que el siguiente no vendría. Ya está. Es el último. Miró hacia la oscuridad. Me gustaría aprovechar esta oportunidad pensó, para rogar por otro ser humano."

domingo, 2 de mayo de 2010

Tarantino, el hijo bastardo del cine.

La escena es como sigue: un oficial nazi llega a la casa de una familia campesina en algún lugar de Francia en busca de una familia judía. Lo hacen pasar y amablemente le sirven un vaso de leche y entonces sospecho de que algo pasará - esto es Tarantino - así que la leche nada bueno puede tener. Para mi sorpresa - la leche no tiene nada más que eso - el dialogo entre el oficial y el dueño de casa continúa y pienso que la cacería es sólo cuestión de minutos. El momento finalmente llega, pero una niña sobrevive.

Tarantino - como Jon Spencer lo hace con el rock - desmenuza el cine, lo mastica y lo chorrea a las masas. A diferencia de otros films notables, en "Bastardos si Gloria" es la forma - como ocurre en la flamante "Sin City" o en "Pulp Fiction" del propio Tarantino - y no el fondo lo que nos seduce. Aquí no hay códigos ni dogmas que seguir, sólo la intuición y el apetito del cine por el cine. Así las escenas siguen sus propios instintos y el guión es solo el espíritu. Protagonizada por Brad Pitt, Christoph Waltz, Melanie Laurent y Diane Kruger, la película está inspirada en un film del italiano Enzo G. Castellari llamada "Quel maledetto treno blindato" de 1978.


El estilo sucio que domina el film va construyendo, o mejor dicho destruyendo, una historia que Tarantino hace suya y que tal como el crítico Hector Soto dice "se da el lujo de festinar su miseria y la descomposición del entorno". Las ideas preconcebidas de un hecho que todos conocemos se tuercen y se vuelven autodestructivas. Antes de ver "Bastardos Sin Gloria" era inimaginable - al menos para mí - ver cómo un grupo de soldados y judíos masacraban y hacían volar a toda la cúpula nazi incluyendo a Hitler.

Aquí no hay clasisismos, sólo imaginación, acción y traición. Las reglas del juego son un juego. Las imágenes no necesitan justificación alguna, sólo ocurren y rompen la pantalla. Al final , solo se hecha de menos una electrizante banda sonora de esas que Tarantino nos tiene mal acostumbrados. Pero no importa, porque este hijo bastardo del cine está loco y nosotros estamos felices por ello.



sábado, 24 de abril de 2010

Sonidos electrónicos de otoño

Cuando llega el otoño y el atardecer inunda más temprano a la ciudad, acostarse con la compañía de buenos discos se torna un placer impagable. Escarbando entre mis discos, encontré los compañeros perfectos de esta fría tarde: Recoil y Lamb.

Recoil es el proyecto personal del ex baterista de Depeche Mode Alan Wilder, quien mucho antes de abandonar la banda, había comenzado a experimentar desde 1986. Los sonidos de Recoil parecen producto de las influencias que Wilder recibió de compañeros de sello más experimentales como Throbbing Gristle y Cabaret Voltaire y que luego de su retirada de Depeche Mode - en 1996 - decide expandir con la salida del álbum Unsound Methods (1997).

Unsound Methods comienza con las sucias atmósferas de "Incubus", un tema digno para un thriller, seguido del flamante y embriagador "Drifting" - primer single del disco, que por allá en 1997 recuerdo lo emitía el programa Nación Alternativa de MTV -, hasta llegar a la inquetante "Luscious Apparatus". Siempre bajo las oscuras influencias del industrial - se nota por ejemplo el embrujo de bandas como Nitzer Ebb, en la cual Wilder mantiene amistad con su vocalista Douglas McCarthy -, el álbum sigue con la potente "Stalker", quizás su homenaje al surrealista film de Andrei Tarkovski. En "Red River Cargo" parece que estamos ante el lado B de un tema del Songs Of Faith And Devotion de los Depeche Mode, no solo por la voz de Hildia Campbell - presente en la gira Devotional Tour -, sino porque los sonidos y los aires gospell hacen inevitable las conexiones. "Missing Piece" para la secuela perfecta de "Drifting" y el comienzo de la estupenda "Last Breath" parece la profesía del "Teardrop" de Massive Attack, que saldría en 1998 en el álbum Mezzanine. El final de Unsound Methods con el tema "Shunt" es quizás lo más limpio y accesible del disco, a través de samples y teclados con suaves ecos al sonido del Ultra de los Depeche Mode.


Por los mismos caminos de Recoil, pero en veredas distintas, se encuentra Lamb, proyecto nacido en Manchester en 1996 y formado por el productor Andy Barlow y la magnética voz de Louise Rhodes. Con 4 álbumes de estudio, su sonido está inundado de drum'n'bass, breakbeat y algo del trip hop de Bristol, pero es sin duda la fusión de la voz de Rhodes con las artilugios electrónicos lo que los vuelve adictivos.

Best Keept Secrets es un recopilatorio salido en 2004 que contiene los mejores singles de Lamb y comienza con la áspera "Cotton Wool", seguida de la melódica "God Bless". El tercer corte, "Gold" es sin duda una de sus mejores obras, con un suave drum'n' bass que se confunde entre las secuencias de pegajoso teclado que se magnifica con la llegada de la tremenda "Gorecki" - el tema por el cual los conocí por allá en 1998 - donde la voz de Rhodes se luce con un comienzo fascinante y se sumerge luego en atmósferas oníricas. "Bonfire" es una pieza que se esconde entre sutiles violines y "Heaven" es la más tímida del disco. Lo mejor está en "Gabriel", un tema que brota en terrenos fronterizos al trip hop y "Angelica" es una exquisita pieza instrumental donde el piano es el protagonista. En "Wonder", quizás la más melódica del disco, la voz de Rhodes me recuerda a la Geike Arnaert, la dulce vocalista de Hooverphonic. El álbum termina con "Stranger" un seductor tema de poco más de tres minutos que evoca atardeceres nórdicos, pero que parecen estar muy cerca de aquí.

domingo, 11 de abril de 2010

El Secreto de sus Ojos

"El Secreto de sus Ojos" (2009) del argentino Juan José Campanella, protoganizada por Ricardo Darín - a estas alturas un embajador del cine argentino - y Soledad Villamil, entre otros, es un film que narra las circuntancias que acompañan la investigación de un hecho policial ocurrido en el pasado, para el cual, Benjamin Esposito (Darín), una vez retirado del sistema judicial, decide contar en una novela. Ello lo trae de vuelta a los lugares donde la historia sucedió - y en donde luego nos damos cuenta que aún transcurre - , y de paso, encontrar los fantasmas del pasado. Este estupendo trhiller no es sino un conjunto de extraordinarias historias de pasión, un film que lo tiene todo. Pasiones que chocan o que escapan, que se encuentran con el bien o tropiezan con el mal. Pasiones que se disfrazan y que arrojan al suelo sus máscaras en los momento más inesperados.

Una mujer es violada y asesinada, y Esposito está a cargo de la investigación. Pronto, hay algo que no cuadra y que impide seguir con el caso, por lo que Esposito acompañado de su fiel y alcohólico asistente Sandoval (Guillermo Francella) decide llevar la investigación por su cuenta. Una viejas fotos son la clave para descubrir al homicida, pues un hombre aparece en muchas de ellas observando a la mujer con una mirada que refleja sus deseos. Sandoval, en un momento de lucidez, arroja una extraordinaria teoría para encontrar al culpable: "puede cambiarse de casa, de ciudad, puede cambiarse de todo,... pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión". Es así que el fútbol - otra de sus pasiones - conspira contra el homicida y la policía logra detenerlo en medio de un partido.


En medio de todo, Esposito poco a poco se va enamorando de Irene (Villamil) , pero como ella ya esta comprometida piensa que es inalcanzable. Lo que él no sabe y que nosotros si sabemos es que ella siente lo mismo por él pero dadas las circunstancias también renuncia a las pasiones. En un momento, por seguridad él tiene que abandonar la ciudad por un tiempo - que se transforma en 25 años hasta el presente - y ella va a despedirlo a la estación de tren. En esa despedida - que me recordó el gran final de Casablanca - ambos desean un beso, pero la estupidez gana. Hay un roce entre labios que arde pero que no explota. Caricias que mueren antes de nacer. Miradas que penetran. Cuerpos que huyen antes de lo inevitable.

En el "Secreto de sus Ojos" coinciden todas las pasiones humanas, por un lado bellas e intensas, y por otro, patológicas y oscuras. Ahí están, a la vista, un hombre y una mujer cuyas razones se entrometen en las cuestiones del corazón e impiden que su pasión fluya; otro para el cual las heridas siguen sangrando aún cuando todo terminó y finalmente - y la más desgarradora -, un hombre en donde la pasión se volvió obsesión y aniquiló su alma.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Tucson, Arizona

Hace poco sonó en la radio, entonces tomé el teléfono y pregunté de que canción se trataba. Era "Tucson, Arizona" de Dan Fogelberg. Así descubrí el origen de aquella canción que en muchas ocaciones me acompañó de madruga y que siendo ya clásica entre clásicas, desconocía de su autoría. Inserta en la memoria colectiva, es un temazo salido del álbum Windows And Walls de 1984, y aún cuando en su momento pasó sin pena ni gloria, con el tiempo es una obra que ha inspirado a generaciones.

"Tucson, Arizona", es una enorme canción de ocho minutos que cuenta las trágicas andanzas de los habitantes de una américa profunda, inserta en medio del ruido y las luces de una gran ciudad, pero muy lejos del sueño americano. Una odisea que transcurre lenta, como los pasos de los paletos de las montañas del sur - allí donde nació el bluegrass - y que evoca los paisajes de "Paris, Texas" (1984) de Win Wenders, con Harry Dean Stanton caminando completamente solo el desierto, en medio de ninguna parte. Imagino un solitario atardecer en esa sureña ciudad, con un Jim Beam en la mano, en las alturas de algún mirador contemplando la inmensidad de un sol que se esconde y que se lleva consigo los recuerdos de un gran día. La magia que se deshace con el pasar de las horas, y que destila los sentimientos hacia alguien que ya no está. El roce de un calor que simula apagarse pero que se esconde entre las oscuras piedras del suelo. Sentimientos que fluyen, tanto y tan rápido como los ríos en los cañones del Colorado. Una y otra vez, Dan Fogelberg, como Harry, su corazón lleno de tristeza y su alma como un terreno baldío.



Los sueños de muchos, bares con tequila y whisky, Chevys en la carretera camino a Los Angeles. Hogares abandonados, dealers a la vuelta de la esquina, la calle como lugar de trabajo y el precio del éxito. Suburbios con inmigrantes mexicanos viviendo el día a día. Largas caminatas en medio de la noche, entrando sin pagar a un viejo cine - cuya carteleras anuncia una road movie - en el lado más abandonado de la ciudad. Allí en Tucson, estado de Arizona, con 350 días soleados al año, donde en el pasado nacieron grandes bandas de folk y que en el presente brilla con otras como Calexico y Giant Sand. Dan Fogelberg, el hombre de la montaña, el talento y la mística, dijo una vez sobre su música: "se trata de encontrar nuestro lugar en el universo, de encontrar la paz con dios".

viernes, 5 de marzo de 2010

Vientos de la Norteamerica Profunda

Fue durante mis vacaciones en Punta del Este donde encontré en una disquería algunos discos a un precio irresistible. Similar a los valores que se encuentran en Buenos Aires, fue la oportunidad de armarme de una buena dosis de rock norteamericano en su corriente neo-country y americana: Easy Tiger de Ryan Adams, OH (ohio) de Lambchop y The Golden Age de los American Music Club.


Vamos por parte. Easy Tiger, es un álbum que chorrea la maestría del cowboy alternativo de Jacksonville. Editado el año 2007, contiene muchas piezas notables que lo convierten sin duda en su mejor disco. El talento de Adams - que poco a poco se acerca a la genialidad del desaparecido Jeff Buckley - emana de forma serena en temas como "Two", "Everybody knows" y "Oh, my god, whatever, etc" como queriendo soplarnos al oído, mientras los fantasmas de Hank Williams resucitan en temas como "Tears Of Gold" y "Pearls On A String". Con "The Sun Also Sets" nos grita con todas sus fuerzas que al fin el sol se levanta y en la balada western "Rip Off" - una de las cumbres del disco - se confiesa: "Puedo ver las lágrimas mucho antes de que conozcan tu cara". Finalmente, una harmónica llora a lo largo de "I Taught Myself How To Grow Old" con un Adams que se muestra tímido y solitario "La mayoría de las veces no tengo nada que decir/ y cuando lo hago, nadie está ahí para escucharlo".




Lambchop y su OH (ohio) de 2009 sigue el camino que la banda de Nashville viene trazando desde comienzo de los '90 , un ejercicio de estilo que Kurt Wagner y compañía saben hacer, y muy bien. Desde el comienzo, con "Ohio" la atmósfera se cubre de ese sonido tan característico, único , que al igual que Tindersticks, los hace inconfundibles. El disco continúa con "Slipped Dissolved And Loosed", "I'm Thinking Of A Number", "National Talk Like A Piarate Day" y sigue con una colección de canciones salidas del alma, el corazón y la tierra de un hombre que vive sobre las praderas brotadas de la semilla de la canción americana. Con la exquisita "A Hold Of You", Wagner se parece a Bill Callahan cuando dice "porque no puedo apoderarme de tí / no puedo apoderarme de tí" y en "Of Raymond" los arreglos se tiñen de sonidos a lo Scott Walker. En la tremenda "Close Up" nos dice "No toques mi vena con tu nueva aguja/ no tengas miedo del escarabajo del pino / sólo ten la seguridad de que abrá otro día" y en la despedida con "I Believe In You", somos nosotros los que terminamos convencidos que seguiremos creyendo en la magia de Lambchop.



The Golden Age, es una obra del 2008 a la cual tenía apetito desde que leí su crítica en revistas como Rock de Lux y Go Mag, las que coincidían en que se trataba de un inesperado regreso a los orígenes de American Music Club. Al escucharlo, el álbum irradia una atmósfera optimista que deja atrás las secuelas de un periodo más oscuro, principal objetivo que la banda se propuso al grabar el disco y en donde Mark Eitzel - lider de la banda - dice al respecto "Queríamos un álbum que capturase y reprodujese el sonido de los discos clásicos de American Music Club". Canciones muy melódicas, con letras sencillas que recorren paisajes emocionales o que retratan más las tristezas que alegrías de una vida compleja - la de su autor, Eitzel -, es lo que contiene este disco de 13 piezas. "The Sleeping Beauty", "The Stars", "All the Lost Souls Welcome You to San Francisco" , "Who You Are" - una tras otra - son canciones notables y la grandiosa "The Windows on the World" es un hermoso manifiesto post-11S, con sus heridas aún abiertas. El final, con "The Grand Duchess Of San Francisco" y sus cortos dos minutos y medio cierra de manera precisa un festín de canciones que se devoran pero que no se consumen nunca.


Tres vertientes de sonido que fluyen por la norteámerica profunda y desembocan en grandiosos discos. Eso son Easy Tiger, Oh (Ohio) y The Golden Age, vientos del norte que llegaron hasta mi cabeza y se quedarán por mucho tiempo sonando entre mis días.

domingo, 31 de enero de 2010

Into the Wild


Como cualquier manifestación de arte, el objetivo del cine debe ser el descubrimiento de emociones y nunca la satisfacción inmediata de los sentidos. La separación entre pura diversión - léase películas como Avatar - y la emoción está a kilómetros de distancia, pero la diferencia entre películas que buscan emocionar a cualquier precio y aquellas que naturalmente emocionan es tan sutil que muchas veces a simple vista no la notamos.

Lo que el cine tiene que hacer es provocarnos y arrancarnos esos sentimientos que están guardados y que siempre cuesta encontrarlos. Porque el cine es arte no sólo por su belleza. Es arte porque en su esencia transporta un mensaje que debe ser decodificado. Así su gracia nunca está en el mensaje explícito, sino en lo implícito. Es lo que no se ve en pantalla, pero se siente. No soy fan del cine efectista, porque lo que busca no es la emoción, sino la complacencia fugaz. Lo que trasciende es el fondo, nunca la parafernalia con que se presenta. Dramas ganadores del Oscar como "El Paciente Inglés" (1996) o "Rescatando al Soldado Ryan" (1998) son claros ejemplos de un cine que sólo pretende emocionar con un mensaje fácil, digerible, lleno de grandes frases y momentos para el bronce.

"Into the Wild" (2007) de Sean Penn es una película de la cual había escuchado y leído en críticas, cuyo mensaje conocía - me imaginaba su ansia por el Oscar - y por lo tanto desconfiaba. Pero esta equivocado. Haciendo zapping en el cable me la encontré y decidí darle un oportunidad, descubriendo para mi sorpresa una película hermosa. Basada en el bestseller del mismo nombre, escrito por Jon Krakauer en 1996, se trata de una historia real, en la cual un joven llamado Christopher McCandless decide renunciar a la sociedad - cansado de la cultura de la tecnología y del consumo - y lanzarse a la vida salvaje. Antes de partir, dona todos sus ahorros y se deshace de sus documentos de identidad y seguro social. Como en una road movie, toma camino por la carretera norteamericana en un viejo auto que a poco andar debe abandonar. Así su travesía la sigue a pie haciendo auto stop, oportunidad con la cual se va armando de memorables amistades, a pesar de su propio discurso de que las relaciones humanas no valen y que la verdadera felicidad está en la soledad, alejado del sistema.


Para vivir en contacto con la naturaleza decide que su meta es Alaska y sigue el viaje armado de un rifle, algunos utensilios y un puñado de libros, su única pasión. Por suerte en ese lugar inhóspito encuentra un viejo bus abandonado, al que bautiza como el bus mágico. En medio de lo verdaderamente salvaje, cree sentirse pleno y feliz, cazando animales y devorando sus libros. Llegado el invierno con lo único que puede alimentarse son las plantas, así que sale a recolectarlas con la ayuda de un libro que lo guía a seleccionar aquellas que no son venenosas. Pero un día comete un error comiendo de una planta que no debía y moribundo, se da cuenta de ello demasiado tarde. Llora, pero no es dolor físico ni la conciencia de que morirá lo que lo provoca. Lo que duele es saber que no tendrá otra oportunidad, porque se da cuenta que se siempre estuvo equivocado. Alcanza a escribir en la página de uno de sus libros: la felicidad es real sólo cuando es compartida. Congelado en sus últimos momentos, recuerda a sus padres y a sus amistades y sueña con un reencuentro que sabe no ocurrirá. "¿Estarán viendo ellos, lo que yo veo ahora?" es su último suspiro al darse cuenta demasiado tarde que la esencia de nuestra humanidad está en las relaciones y que la vida sólo se trata de compartir con otros.

"Into the Wild" nos muestra lo que pasa cuando no pasa nada. Cuando estamos solos y el silencio grita y nos envuelve como a una presa. Nos dice que abandonar el sistema no significa abandonar el mundo. Que los lazos humanos nunca no se rompen, sino que se estiran o se comprimen como un resorte. Así lo que desgarra a nuestro protagonista no es el frío que lo congela, sino la ausencia y el dolor de saber que su versión del sueño americano no existe. Como aquella hermosa canción de Dead Can Dance llamada "American Dreaming": hemos estado demasiado tiempo viviendo el sueño americano / y creo que todos hemos perdido el camino.

viernes, 15 de enero de 2010

La Soledad de los Numeros Primos


Como me ocurrió con otras novelas, llegué a la exquisita "La Soledad de los Numeros Primos" (2009) convencido de las buenas críticas que había leído de ella en diarios y revistas. Opera prima del italiano Paolo Giordano, cuenta la historia de encuentros y desencuentros de Mattia y Alice, dos chicos a los que las circunstancias de la vida los une pero que también las separa, como dos imanes con polos opuestos.

El desarrollo de los personajes y la perfección de los detalles que hace Giordano es notable en una prosa que se lee muy simple pero que está llena de sutilezas y de momentos cargados de emoción. La historia entre ambos protagonistas comienza en los años de escuela, cuando en un primer encuentro Alice invita a Mattia a una fiesta. Desde ahí todo se vuelve confuso para ambos en una relación muy intima pero que no logra explotar, como si se tratasen de dos números primos: Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos.

Corre el tiempo y en su paso por el Instituto las cosas se tornan más desoladoras tanto para Mattia como para Alice, pues piensan que el sentimiento que los une es lo único que los mantiene vivos y que a causa de ello lo que ocurra a uno inevitablemente afectará al otro:

"Los años del instituto fueron para ambos como una herida abierta, tan profunda que no creían que fuera a cicatrizar jamás. Los pasaron como de puntillas, rechazando él el mundo, sintiéndose ella rechazada por el mundo, lo que a fin de cuentas acabó pareciéndoles lo mismo. Habían trabado una amistad precaria y asimétrica, hecha de largas ausencias y muchos silencios, como un ámbito puro y desierto en el que podían volver a respirar cuando se ahogaban entre las paredes del instituto."

El clímax en la historia llega cuando Mattia acepta una beca en el extranjero. "En aquel lugar lejano e ignoto estaba su futuro de matemático, había una promesa de salvación, un espacio incontaminado donde todo era aún posible. Mientras aquí no tenía más que a Alice, y el resto era desolación". La suerte estaba echada. La regla de los números primos se cumplía una vez más: dos corazones rotos, solitarios, como números que están muy cerca pero que nunca se tocan. Con el tiempo, mucha agua corre bajo el puente y las circuntancias juegan una vez más con ellos.

Giordano experimenta con esta novela esa soledad que a veces nos atrapa, que nos acoge y nos susurra al oído y que otras veces nos asusta porque no sabemos hasta cuando nos acompañará. Nos muestra los momentos cuando todo es silencio y contemplación. Cuando los sentimientos ahogan y no quieren explotar. Cuando la magia esta allí al lado y nos roza pero no la atrapamos.

"La Soledad de los Numeros Primos" no es un manifiesto a la soledad, sino más bien, a la belleza de las cosas que duelen y que nos convierten en lo que ahora somos.