jueves, 17 de septiembre de 2009

Hombre mirando al Sudeste

Después de casi diez años, volví a ver la fascinante película "Hombre mirando al Sudeste" (1986) del director argentino Eliseo Subiela. Esta obra cinematográfica es una metáfora que cuestiona nuestra existencia como seres humanos a través de la historia de un hombre llamado Rantés que llega a un hospital psiquiátrico y dice venir de otro planeta. "¿Como llegó acá?" le preguntan y el responde "¿A la tierra? En una Nave".

La clave de este film, montado con simples recursos técnicos y estéticos, está en el fondo del mensaje que el paciente volador no identificado - como denominan los médicos al visitante - quiere trasmitir: "somos réplicas humanas perfetas, salvo por una cosa. No podemos sentir". Su enigmático origen y comportamiento, es especial su impostergable parada mirando al sudeste en el jardín del hospital todos los días a la misma hora, hace que el Dr. Denis - su médico tratante - cuestione los métodos científicos y se obsesione con su caso. En un momento él le dice "Rantés, usted está enfermo. Yo soy médico quiero curarlo, eso es todo" y Rantés responde "Yo no quiero que me curen. Quiero que me entiendan".

Muy pronto, Rantés se transforma en líder entre los pacientes y todos comienzan a seguirlo. Como una especie de Mesías, se encarga de curar las heridas psicológicas de sus compañeros y hace del pasar de los días, una experiencia feliz para todos. "Yo soy más racional que ustedes. Responde racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre, lo consuelo. Alguien me pide ayuda, se la doy. Si alguien me habla, lo escucho". Una mujer llamada Beatriz aparece y dice conocerlo. ¿Porqué se cambia los zapatos cada vez que lo visita?.

Las situaciones y diálogos entre paciente y médico se hacen cada vez más reveladores y el Dr. Denis se pregunta cómo es que alguien que dice no poder sentir tiene tanta bondad hacia el resto. Es así que en una de las escenas más intensas Rantés explota y dice "Porqué no dejan la hipocresía y buscan la locura de este lado y se dejan de perseguir a los tristes de espíritu". Al fin, las antenas de Rantés y el Dr. Denis se sintonizan y se hace evidente en la memorable escena del concierto al aire libre con la Sinfonía n.º 9 de Beethoven, "El himno a la alegría", en donde Rantés toma inesperadamente la batuta y comienza de forma salvaje a dirigir a la orquesta, provocando el fervor y la locura de todo el público y lejos de allí, de la de sus compañeros del psiquiátrico.

"Doctor, porque me abandona" - una vez más aquí hay referencias bíblicas, cuando Dios abandonó a Jesús en la cruz - dice Rantés en una de las escenas finales del film y es aquí que nos damos cuenta - una vez más - de la estupidez humana. Nos creemos racionales pero muchas veces no somos capaces de hacer o decir lo que pensamos o engañamos nuestros sentimientos hiriendo a los demás. Una hermosa locura - como esta película - me convence de que todos estamos equivocados.


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