domingo, 7 de junio de 2009

Siempre tendremos Paris

A propósito de mi adicción por los libros de Haruki Murakami y de mi retorno a las páginas de la fascinante novela "En el Camino" de Jack Kerouac, he vuelto a ver dos grandes clásicos del Cine, ambos - al igual que estos autores - fuertemente influenciados por el jazz. Mientras uno trata de recuperar la magia de un París que ya no existe, el otro retrata de forma particular el París de principios de los '60.


"Sin Aliento" (1959), la ópera prima de Jean-Luc Godard y una de las semillas de nouvelle vague francesa - paradójicamente inspirada por el film americano "Rebelde Sin Causa" de Nicholas Ray (1955) - , es una película rodada con cámara en mano y cuyo montaje sincopado al ritmo del be bop, cuenta las aventuras de Michael - interpretado magistralmente por Jean Paul Belmondo - que escapa por las calles de París luego de robar un auto y matar accidentalmente a un policía. Michael es un rebelde, hijo de la generación beat - el mensaje de Jack Kerouac y compañía está presente en todo el film - que logra encontrar refugio en casa de su novia americana. Es aquí donde se desarrollan los momentos más intensos del film gracias a los inteligentes diálogos "entre la pena y la nada, yo escogería la nada...la pena es un compromiso" - la leyenda dice que los actores se daban el lujo de improvisar - y la innovación cinematográfica en el uso del "estudio visual": como ocurrió antes con el cine de Orson Welles, Godard se convirtió con esta película en un revolucionario de la técnica con sus violentos saltos de cámara. El objetivo de interrumpir las secuencias de esta forma era que los cortes resultaban bellos en sí mismos, ya que ponían énfasis en que lo que se estaba viendo era cine. Así nuestros ojos no observan una escena , sino un medio que nos permite ver esa escena, pero que tiene vida propia.


En una de los planos de "Sin Aliento", Michael se encuentra con una fotografía de Humphrey Bogart, otra excusa perfecta - además de
"Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol" de Murakami - para ver una vez más "Casablanca" (1942) de Michael Curtiz. Siendo para mí una de la mas grandes películas de todos los tiempos, el feeling y la elegancia que los pareja interpretada por Ingrid Bergman (Ilsa Lund) y Bogart (Rick Blaine) logra se ha visto pocas veces en el cine - contemplar a James Stewart y Grace Kelly en "La Ventana Indiscreta" (1954) de Alfred Hitchcock y más recientemente a Tony Leung y Maggie Cheung en "Con Animo de Amar" (2000) de Wong Kar-Wai producen el mismo efecto -. El film narra los acontecimientos que ocurren en plena segunda guerra mundial en el Rick's Cafe de Casablanca, de propiedad de Rick Blaine, un estadounidense enigmático, duro y con un pasado que pocos conocen. Una noche aparece inesperadamente un líder de la resistencia, acompañado por su esposa, Ilsa Lund, con quien Rick había vivido un apasionante romance en París en vísperas de la ocupación nazi. Es cierto que está llena de clichés y frases citables que evidencian su génesis hollywoodiense, pero escenas como el reencuentro de los antiguos amantes en el Rick's Café o su inesperada despedida en el Aeropuerto - creo que se trata de una de las imágenes más recordadas en la historia del cine - hacen que nos olvidemos de cualquier prejuicio, porque la película está montada con una belleza visual inconfundible. Con una emocionante banda sonora compuesta por uno de los mejores compositores de todos los tiempos (Max Steiner), con "As Time Goes By" sonando de fondo - "play it again Sam!" le ruega Ilsa Lund al pianista -, Casablanca es el melodrama clásico por excelencia.

"Sin Aliento" y "Casablanca" son dos historias de pasión, deseo y perdida, perfectamente filmadas y acompañadas de notables bandas sonoras. Es así que la música se transforma en un ingrediente escencial ya sea para extraer los sentimientos o escapar de ellos y París se convierte en el lugar para hacerlo posible. París, siempre París. La ciudad romántica por definición. La fuente de inspiración de escritores, pintores, músicos y cineastas. Como el jazz, como las novelas de Murakami, Modiano o Kerouac, siempre tendremos París.

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