domingo, 31 de enero de 2010

Into the Wild


Como cualquier manifestación de arte, el objetivo del cine debe ser el descubrimiento de emociones y nunca la satisfacción inmediata de los sentidos. La separación entre pura diversión - léase películas como Avatar - y la emoción está a kilómetros de distancia, pero la diferencia entre películas que buscan emocionar a cualquier precio y aquellas que naturalmente emocionan es tan sutil que muchas veces a simple vista no la notamos.

Lo que el cine tiene que hacer es provocarnos y arrancarnos esos sentimientos que están guardados y que siempre cuesta encontrarlos. Porque el cine es arte no sólo por su belleza. Es arte porque en su esencia transporta un mensaje que debe ser decodificado. Así su gracia nunca está en el mensaje explícito, sino en lo implícito. Es lo que no se ve en pantalla, pero se siente. No soy fan del cine efectista, porque lo que busca no es la emoción, sino la complacencia fugaz. Lo que trasciende es el fondo, nunca la parafernalia con que se presenta. Dramas ganadores del Oscar como "El Paciente Inglés" (1996) o "Rescatando al Soldado Ryan" (1998) son claros ejemplos de un cine que sólo pretende emocionar con un mensaje fácil, digerible, lleno de grandes frases y momentos para el bronce.

"Into the Wild" (2007) de Sean Penn es una película de la cual había escuchado y leído en críticas, cuyo mensaje conocía - me imaginaba su ansia por el Oscar - y por lo tanto desconfiaba. Pero esta equivocado. Haciendo zapping en el cable me la encontré y decidí darle un oportunidad, descubriendo para mi sorpresa una película hermosa. Basada en el bestseller del mismo nombre, escrito por Jon Krakauer en 1996, se trata de una historia real, en la cual un joven llamado Christopher McCandless decide renunciar a la sociedad - cansado de la cultura de la tecnología y del consumo - y lanzarse a la vida salvaje. Antes de partir, dona todos sus ahorros y se deshace de sus documentos de identidad y seguro social. Como en una road movie, toma camino por la carretera norteamericana en un viejo auto que a poco andar debe abandonar. Así su travesía la sigue a pie haciendo auto stop, oportunidad con la cual se va armando de memorables amistades, a pesar de su propio discurso de que las relaciones humanas no valen y que la verdadera felicidad está en la soledad, alejado del sistema.


Para vivir en contacto con la naturaleza decide que su meta es Alaska y sigue el viaje armado de un rifle, algunos utensilios y un puñado de libros, su única pasión. Por suerte en ese lugar inhóspito encuentra un viejo bus abandonado, al que bautiza como el bus mágico. En medio de lo verdaderamente salvaje, cree sentirse pleno y feliz, cazando animales y devorando sus libros. Llegado el invierno con lo único que puede alimentarse son las plantas, así que sale a recolectarlas con la ayuda de un libro que lo guía a seleccionar aquellas que no son venenosas. Pero un día comete un error comiendo de una planta que no debía y moribundo, se da cuenta de ello demasiado tarde. Llora, pero no es dolor físico ni la conciencia de que morirá lo que lo provoca. Lo que duele es saber que no tendrá otra oportunidad, porque se da cuenta que se siempre estuvo equivocado. Alcanza a escribir en la página de uno de sus libros: la felicidad es real sólo cuando es compartida. Congelado en sus últimos momentos, recuerda a sus padres y a sus amistades y sueña con un reencuentro que sabe no ocurrirá. "¿Estarán viendo ellos, lo que yo veo ahora?" es su último suspiro al darse cuenta demasiado tarde que la esencia de nuestra humanidad está en las relaciones y que la vida sólo se trata de compartir con otros.

"Into the Wild" nos muestra lo que pasa cuando no pasa nada. Cuando estamos solos y el silencio grita y nos envuelve como a una presa. Nos dice que abandonar el sistema no significa abandonar el mundo. Que los lazos humanos nunca no se rompen, sino que se estiran o se comprimen como un resorte. Así lo que desgarra a nuestro protagonista no es el frío que lo congela, sino la ausencia y el dolor de saber que su versión del sueño americano no existe. Como aquella hermosa canción de Dead Can Dance llamada "American Dreaming": hemos estado demasiado tiempo viviendo el sueño americano / y creo que todos hemos perdido el camino.

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