jueves, 16 de julio de 2009

La noche de Murakami


Al fin - después de "Tokio Blues" y de "Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol"- , he podido sumergirme en el universo Murakami bajo las hojas de "After Dark". Aprovechando un viaje a Argentina, pude comprar el libro a un precio razonable de U$ 18 - comparado con su precio aquí en Chile de estratosféricos U$50 - en ese templo de la literatura llamado El Ateneo.

Como siempre, mis expectativas eran altas pero con el correr de sus páginas algo extrañé de la prosa a la cual Murakami me había acostumbrado - ¿o mal acostumbrado? - en sus obras anteriores: el realismo y la narración en primera persona. Sí, porque esta novela que transcurre durante la madrugada de una noche en la inmensidad de Tokio juega más con la ficción que la realidad. Mari, una estudiante que deambula en medio de bares y cafés y su encuentro con un joven músico de jazz llamado Takahashi, gatillan el hilo de una historia que tiene como lugar común la efímera existencia de Eri - modelo y hermana de Mari -, quien sólo duerme - ¿y sueña? - durante el transcurso de unos hechos sobrenaturales que por momentos me recordaron películas de terror japonesas como "El Aro".

Tal como lo hiciera el director Wong Kar-Wai con su película "2046", Murakami coquetea aquí con una pseudorealidad afixiante pero también muy onírica - ¿alguien dijo David Lynch? - al mostrarnos que las cuestiones más simples de la vida no son sólo blanco y negro, ni ceros y unos, sino que la realidad puede relativizarce, y que - al igual que en la música - todo puede cortarse y volverse a pegar. Es así que en una entrevista, Murakami confesó que el estilo realista ya lo aburre y que "las novelas que no hagan cuestionarse al lector el sentido de la historia, el flujo de su conciencia o la firmesa de la base de su existencia, no deben escribirse ni leerse".

After Dark no es la cumbre de Murakami, pero tampoco es una novela mediocre. Es seductora en su forma y se lee como si estuviese narrada a través del ojo de una cámara de un reality que sigue a unos chicos durante una noche en Tokio. Bañada en jazz, - era que no, como en toda la obra de Murakami -y con un título que remite a una canción del trombonista Curtis Fuller, para alguien que no conozca otra novela de su autor sin duda sería una obra muy digna de recomendar.

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