miércoles, 10 de diciembre de 2008

La Estambul de Pamuk

Siempre me he sentido atraído por las grandes ciudades de Europa del este: Praga, Budapest, San Petersburgo, y más allá, con un pie en Asia, de la belleza de Estambul. Estoy convencido, que leyendo la extraordinaria novela Estambul de Orhan Pamuk me trasladé en un viaje de 421 páginas por las callejuelas míticas de aquella ciudad, navegué por la aguas del gran Bósforo y recorrí las ruinas de antiguos palacios del imperio Otomano.

Pamuk, premio novel de literatura 2006, nacido en una familia turca acomodada, es autor de varias otras novelas, entre ellas El Libro Negro, Me llamo Rojo, El Castillo Blanco y La Vida Nueva. Estambul, escrita en el 2006, es una novela autobiográfica que recorre, con una memoria impresionante - desde la niñez de Pamuk hasta la llegada de su adultez -, situaciones cotidianas, anécdotas, amores, noches y rincones de una ciudad que parece recordar en blanco negro, y que nos hace testigos - gracias a una serie de fotografías que acompaña sus narraciones -, de su vida en esta mágica ciudad. Son esos mismos paisajes - tal como el mismo Pamuk describe -, que nos van envolviendo de huzun (una melancolía que se compara a la saudade lisboeta) y que no hace más que convencernos que el cruze de civilizaciones de Oriente y Occidente se convierte en caldo de cultivo de grandes genios del arte y la literatura.

En el 2005, el autor de Estambul se autoexilió a EEUU ya que estaba amenazado de muerte y procesado por "insultar la identidad turca" tras declarar que "treinta mil kurdos y un millón de armenios fueron asesinados en Turquia pero nadie, excepto yo, se anima a hablar de eso", pero esta situación, por supuesto, no afectó en lo absoluto su calidad literaria. Gracias a una intensa presión internacional, se archivó su causa y volvió a Estambul en 2007, pero aún está en la mira de algunos ultranacionalistas turcos, por lo que necesita de guardaespaldas. Al respecto, en una estrevista a la revista argentina Ñ, Pamuk dice "Tengo que se capaz de conservar mi dignidad. No quiero decir: tengo miedo, voy a esconderme debajo de la cama...". Y cuando le preguntan por su singular descripción del huzun es enfático: "Yo no siento nostalgia, precisamente todo aquello que me interesa conservar lo incluyo en mis libros y así no se pierde, ese es mi legado para las futuras generaciones. Bueno, no debería ser tan narcisista porque me temo que, en el futuro, todos los buenos con los malos autores serán olvidados". Yo por mi parte, creo que los buenos como él, se mantendrán vivos en la memoria de generaciones.

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